NELSON CASTILLO. Con la tecnología de Blogger.

Esta es la guerra del petróleo. De nuevo, cuando el poder y las fuentes de recursos naturales se encuentran separados, se producen tensiones que suelen colapsar en guerras. De la misma manera que la Alemania nazi de Hitler no dudara en invadir los países limítrofes en busca de nuevas fuentes de recursos (aplicando la temida ‘política Lebensraum’).

hoy el Estado Unidos de Obama, consciente de que entra en un periodo donde las reservas de petróleo no cubrirán las necesidades mundiales (junto a una imperiosa necesidad de crecer por algún lado), debe apoderarse –sea como sea- de los principales yacimientos mundiales de crudo. La agarrotada economía norteamericana no puede seguir creciendo si no es rebajando los costes de producción, es decir, rebajando y controlando el precio del barril de crudo. La invasión de Libia y el posterior reparto y explotación de sus recursos petrolíferos por compañías norteamericanas, Francesas y británicas, no diverge en absoluto de las invasiones coloniales de África, América Latina y Asia más que en la tecnología utilizada. Se trata, de nuevo, del expolio de unas comunidades por otras, del subdesarrollo impuesto a fuerza de potencia militar, de la pobreza obligatoria.

Analicémoslo en términos de la deuda ecológica producida por la guerra. En primer lugar durante el primer día del ataque, las 3.000 bombas prometidas por Hilary Clinton, entre convencionales, químicas, bacteriológicas y radiactivas (uranio empobrecido), si se utilizan, no harán distinciones entre las víctimas inmediatas y aquellas que mueran por contaminación, heridas producidas durante el ataque o falta de infraestructuras sanitarias. Si los pozos, oleoductos o gasoductos son incendiados, el impacto ambiental será aún mayor.

Respecto a posibles impactos ambientales posteriores a la guerra, es fácil predecir que dependerá de las condiciones de extracción de las nuevas empresas. Muy posiblemente estas compañías intentarán recuperar rápidamente la inversión y, en consecuencia, forzarán el ritmo de extracción y comercialización descuidando, en ausencia de regulación alguna, la vertiente social y medioambiental. Como la propia definición de ‘pasivo ambiental’ dice, se generará deuda ecológica toda vez que se produzca un impacto ambiental en el funcionamiento (ordinario o extraordinario) de una empresa que esté en poder de una organización de otro país. Nada más sucio, a la luz de la historia reciente, que una compañía petrolera.

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